Hoy, en marzo del año 2022, reflexionando sobre el día internacional de las mujeres, debemos reconocer que todavía hay un trabajo arduo, duro y de largo aliento en el cual debemos persistir: ser feministas; entendiendo el feminismo como el movimiento que construye -con los hombres como aliados-, un cambio cultural que beneficiará a la humanidad en su conjunto, dejando atrás el sistema patriarcal.

En efecto, no podemos entender el feminismo como un movimiento en contra de los hombres sino con ellos; es la justa búsqueda de la igualdad oportunidades, de la igualdad ante la ley y de la lucha conjunta contra la peor pandemia: la violencia hacia las mujeres tanto en los espacios públicos como privados. Así, mientras la mayoría de los homicidios contra hombres ocurre en lugares públicos, a manos de desconocidos, en cambio, el lugar donde las mujeres sufren mayor grado de violencia es en el hogar, en manos de sus parejas o exparejas; así, los hogares que hipotéticamente deberían de ser los espacios seguros para todos los miembros de las familias, en muchos casos, son los escenarios de la violencia hacia mujeres y niñas, por parte de varones conocidos.

Hace más de 40 años que en las Naciones Unidas se reconoció que la violencia contra las mujeres es el crimen encubierto más frecuente en el mundo. En el Perú, en el marco de la pandemia, las cifras de violencia se incrementaron en los hogares, el transporte público, las escuelas, redes sociales y medios de comunicación, entre otros espacios. Veamos las cifras reportadas al cierre del año 2021:

Según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público, en el 2021 se registraron 208 feminicidios, habiéndose incrementado en 52% respecto al 2020, año en que llegaron a 137.

Asimismo, en el 2021: las denuncias contra las mujeres e integrantes del grupo familiar registradas por la PNP llegaron a 461 452 denuncias, representando un incremento del 116% en relación con el año 2020; las denuncias por violencia sexual se incrementaron en 38% respecto del año 2020, al registrarse 9 840 (afectando sobre todo a mujeres, 94% del total), mayoritariamente a niñas y adolescentes (63%); se reportaron 21 846 embarazos de niñas y adolescentes entre los 11 y 17 años. En este aspecto debemos detenernos para dar cuenta de una de las más terribles expresiones de la violencia de género ejercida hacia niñas y adolescentes: el Reniec reportó que en el 2021 el número de recién nacidos y nacidas de madres niñas y adolescentes aumentó en un 18% en comparación con el 2020, al registrarse 22 260 nacimientos; es decir, 3 492 más que el año pasado. Estos embarazos son indiscutiblemente consecuencia fundamental de violaciones. Por otro lado, los Centros de Salud Mental Comunitario atendieron a 58 733 personas, 186% más que el año anterior. Del total de atendidos el 76.3% fueron mujeres y de éstas, más del 70% por temas de violencia.

Asimismo, el Sistema Informático de Registro de Denuncias Policiales (Sidpol) registró 202 864 medidas de protección a nivel nacional: cifra menor en 13% a la registrada a 2020 (232 168); realizándose 407 856 visitas a víctimas de violencia con medidas de protección (cifra 133% mayor a la reportada en 2020: 174 741).

Con esta evidencia necesitamos entonces de un nuevo pacto social donde hombres y mujeres, familias, autoridades, poder político de diferentes sectores, lugares, realidades puedan aportar con sus decisiones, experiencias, conocimientos y decisiones a prevenir, evitar y denunciar los casos de violencia pero sobre todo fortalecer entre nosotras, las mujeres, el compromiso por un verdadero feminismo que nos permita avanzar en la igualdad de oportunidades, en abrir caminos para las nuevas generaciones y persistir en la educación con enfoque de género. Insistir con la juventud en tocar desde diferentes espacios, temas relacionados con su desarrollo integral les permitirá prepararse mejor, evitar riesgos y priorizar su proyecto de vida.

Insistimos: las diferencias físicas y biológicas no pueden traducirse en desigualdades económicas, sociales, políticas e institucionales. El feminismo busca la igualdad de todos los seres humanos, independientemente de su sexo o de su identidad sexual.

No permitamos que se trate de retraer los derechos de las mujeres a una vida sin violencia, al ámbito de la “pareja”; estos son problemas intrafamiliares, que afectan a la sociedad, la convivencia y la economía. Tampoco se puede permitir que profesores agresores solo sean cambiados de instituciones educativas y sigan teniendo a su cargo NNA; basta del acoso sexual por parte de los docentes y autoridades universitarias, basta del acoso laboral; de programas en los medios de comunicación y redes sociales que toman los casos de violencia de género como bromas naturalizando la violencia de una manera perversa e infame.

El sistema patriarcal nos afecta como sociedad y afecta nuestro desarrollo. Más allá de las leyes con las cuales contamos y que dan cuenta de un avance significativo en la lucha por la igualdad de género (como ejemplo, la ley para la paridad y alternancia en cargos de elección popular), se requiere legitimar estos avances a través del cambio cultural que permita superar la cultura machista que ha sido el caldo de cultivo para los diferentes tipos de violencia. Finalmente, asumir la violencia hacia las mujeres desde la situación individual, las relaciones interpersonales, la vida comunitaria y social de los hombres es un importante reto para nuestro sistema educativo y el trabajo en nuevas masculinidades.

El verdadero feminismo debe ser inclusivo y fomentar la unión con los hombres para hacer una causa común por la igualdad de condiciones de vida y derechos, así como de oportunidades.